Escribo para ti, padre querido,
escribo para ti, que te has ido
y es tan poca cosa cuanto digo
pero mi corazón está contigo.
Y con nostalgia me acuerdo de ti,
de aquel eterno caballero,
guapo mozo como un lucero,
progenitor de mi existir.
Cultivador de felices momentos
por los bellos campos de mi niñez
compartiendo sueños e ilusiones,
alegrías y grandes emociones.
Eras amparo y guía
de la alborozada chiquillería
de nuestro barrio valenciano
por senderos plateados del Turia
que anduvimos las tardes de verano.
Y las mañanas de domingo...
sentados en la barandilla del río
con las chuches en los bolsillos
viendo pasar los carros de trigo.
Y aquel trío que formamos
tú y yo y la vieja bicicleta,
pasando por montes y llanos
y campos de algodonales
como la nieve de blancos.
¡Ay! la noche de Reyes Magos,
con que ilusión y anhelo la esperábamos,
tú, por el balcón dejando los regalos,
yo, fingiendo con los ojos cerrados
creyendo ver a Melchor cargado.
Y me dejaba llevar
escuchando embelesada
para volver cada día a soñar
con tus historias inventadas.
Hombre culto, afable, educado,
amante de la música y las letras,
maestro en su quehacer diario
y con alma de poeta.
Así es como te recuerdo,
lleno de ternura y de vida,
por eso hoy siento la necesidad
de escribirte esta poesía.
Que importante y necesaria
es la figura del padre en la familia,
enseñanza veraz, consejo, sabiduría,
infinita escuela de amor y alegría.
Fina