Pálida de silencio...
...rígida como un pétalo de cristal...
ausente del picaflor
y de los olores del estío...
muerta como una diosa muerta.
Mis ruegos de un milagro
no tengo a quien enviarlos
y las suplicas se elevan
como el rezo desesperado
de un hereje enamorado.
Están ciegos sus ojos,
y su piel apagada es de porcelana,
como la de una bella soberana.
Es una estatua de vidrio...
imponente como una diosa romana
...distante como una vestal.
Le doy mi aliento para que respire...
mis oraciones le ofrezco
aunque no soy creyente.
Y la sangre de mis venas
se la cambio por un beso.
Y entrego mis ojos
para que los suyos vuelvan a mirar.
¿Acaso existen
los milagros inescrutables
de los cristos improbables?
Vendo mi alma a lo eterno
si es milagro del Edén,
y lo acepto siéndolo
del propio averno
negando al cielo con desden.
Su corazón se niega
a dejar de latir
y yo me aferro a sus entrañas
para que no pueda partir.
Un pájaro misterioso
le da luz a sus ojos.
Ahora su piel palpita brillante
como una patena de oro fino
y ansiosa del beso
de saliva y de fervor.
El milagro me sonríe...
la magia se produce...
Ella ya me mira,
y esta viva su alegría.
Ya anhelo la caricia venturosa
de sus manos de jazmín.
En el aire viaja la paloma
de los suspiros
y se abren sus labios
en palabras de abejas
y en dulzura de flor.
Ya no está inundada de mis lagrimas
ni cubierta de crisantemos...
ni de clavele ni de violetas.
Giran como molinos extraños
los milagros incongruentes.
A veces se duerme sin soñar,
y también se sueña sin dormir.
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juan maria