Hondo reflejo del alma,
que en suave metáfora,
profundiza en el aliento,
que escapa de un tierno susurro,
de un corazón sediento.
Sediento de besos,
sediento de deseos incontenibles
de un amor profano,
de un amor mezquino,
por ser prohibido.
¿Hasta donde ha llegado
ese mi suspiro ufano?
Con ingenua malicia,
mi rostro dibuja muecas
de una falsa alegría.
He perdido el sustento de mis días,
mis noches en vilo han quedado,
ya solo con tu recuerdo vivo.
Insondable tristeza llena mi vida,
amargas horas me esperan.
En el sendero de mi andar,
aparco mis sentimientos,
ya no quiero llorar...
En un segundo muerto,
un suspiro brota,
y en el viento,
tan solo se escucha
el gemir de un te quiero
y el sollozo de un alma rota...