a mi esposa
Algunas veces tengo
que cerrar los ojos
para verte mejor
y debo callar
para cantar tus gracias
en el tono preciso
y alejarme, alejarme, alejarme
para que la caricia
de lo profundo vaya a lo profundo
y te llegue suave,
para que no me muera yo del miedo
de quebrarte,
porque, torpe que soy, se me confunde
con fragilidad
tu delicadeza,
que sé por experiencia indestructible.
Algunas otras veces
una cordillera
de casi infranqueables facturas vencidas
casi derrota a los correos que
mi amor envía hasta tu amor en busca
de eso que Dios revela en tu sonrisa
y es tan bueno a la hora
de reorientar las brújulas cansadas.
Pero logran llegar, o mejor dicho,
cuando están por morirse entre la nieve
viene el sol de tu parte a su rescate
y terminan cumpliendo su misión,
más por tu mérito que por el mío.
Entonces lluevo manso en tu homenaje
una llovizna que
apenasmente canta
un perfume de tierra
que se moja de a poco y agradece.