Estoy aquí sentado
viendo pasar las horas
y así cuenta me he dado
que el adiós no sabe de demoras.
Que minúsculo instrumento
capaz de medirlo todo
con la exactitud del sol por momentos
por momentos con el valor del oro.
Cóncavo y convexo
el juego eterno de la vida
se va resbalando la arena del tiempo
y con el tiempo todo se olvida.
Olvidaos pues de aquella
que era luz y sombra a condición
viendo ahora aquellas huellas
sublimes caricias del alma,
la redención,
por el cielo las estrellas
y por la tierra la bendición.
Bendita seas tierra florecida,
bendita seas tú a mi llegada
y más bendita seas tú con mi partida
que el amor que más quema
es el que deja más cenizas.
Y así el destino nos convierte
ni más ni menos en lo que somos
somos lo que el espejo invierte
anverso y reverso de un sueño romo.
Una simple moneda hueca y vacía
en un tablero de azares
cara en las blancas verdades
y cruz en las negras mentiras.
Así la vida me fue desgastando
a vista de jugadores traidores
con toda la sabiduría en las manos
y con todo el silencio de los perdedores.
¡Miren que dulces jilgueros!
(la cita es de la vida es sueño)
escribiendo pasiones banales
malgastando los besos sin dueños
por todas las ficciones y todas las realidades
pedidle perdón al viento
pobres inocentes
si de sueños no saben
menos sabrán de sentimientos.
Señor condenadme,
heridme con el destierro,
echadme de esta tierra ahora yerma
que llegué aquí como poeta
y como poeta me estoy yendo.
Volver a creer en este o en aquel,
tal vez sea un recurso empobrecido
habiendo sido rey
¿saberse hoy un pobre mendigo?.
Guardaos ingratos,
no sean atrevidos
que atreverse es amar de a ratos
y de a ratos también es el olvido.
Olvidaos pues entonces
que las letras
hasta aquí me han perseguido
marcharé por donde vine
con la voz alta
por el mismísimo camino
con el corazón abierto y noble
como siempre lo he tenido.