Abomino las serpientes
porque secuestran mi valor,
sus perversos colores
estimulan licencias de hiel...
Desgarrando la pureza,
reptan, largas como la aflicción
por mi escondite infantil,
no van a encontrarme, no esta vez...
No se me van de la cabeza
sus viles figuras de vapor
ni la ponzoña de los arroyos
que me promete mirra y miel...
Les tengo desconfianza
-aunque reguemos la maldición-
como le tengo recelo
a las buenas palabras que suelta el Edén...
Sigilosas se me acercan,
me dejan sentir todo su dolor
y no me dejan más que un amago
las virtuosas que no saben morder...