(a Cinthia del Carmen González)
Me dices joven amiga,
que quieres ser escritora,
poetisa...
porque te sientes vibrar
al compás de la rima
de mi estrofa sonora...
El son de mi voz te enamora,
su cadencia arrulla
y te produce emoción,
tu cuerpo quieto murmura
la secreta sensación
de total entrega al canto,
expresada hacia el cantor.
Esto es como una magia,
experiencia superior,
y tu excitación te provoca
deseos de emulación.
¡Aleluya!, ¡Aleluya!,
alabemos al Señor,
estoy ante el nacimiento
de un nuevo ruiseñor,
y me quiere por maestro,
¡sea la gloria a Dios!
Para ser poeta, hija,
se necesita el don,
eso viene sólo en gracia
del que todo lo creó,
es algo así como un órgano
palpitando en tu interior,
se lo tiene: ¡sí o no!
Esto es sólo el comienzo,
nada más que la herramienta
para hacer la construcción,
los materiales son muchos,
uno es tu corazón,
al que deberás triturarlo,
quemarlo en la pasión,
dejar que le hagan daño,
pisar sobre él y vejarlo
hasta tú, y sin compasión...
¡el material más necesario
es abundante dolor!;
¡cómo sufre el poeta
para hacerse escritor!
Mucho no has de preocuparte,
el mundo se encargará,
pero si no haces tu parte
la llama se apagará,
debes abrir tu persona,
no negarte al amor,
¡y a todos los sentimientos
debes darte con fervor!
No dejes que te limiten,
cruza todas las fronteras,
sólo acata a tu conciencia
y ten la verdad por bandera.
Que tu mano, para siempre
abras, aunque sobre ella hieran
(a veces hasta las clavan
sobre alguna madera).
No tengas puerta en tu casa,
que todo se vea desde afuera,
y cuando estés llorando
¡que todo el mundo lo sepa!
Ríe cuando tengas ganas,
pon ahí toda tu fuerza,
¡no hay alegría más grande
que la que tiene el poeta!
Hazlo todo con el alma,
ser tú misma, es la propuesta,
no le copies a ninguno
ni a nadie te le parezcas,
rompe las normas impuestas,
pelea por lo que creas,
grita, brama, lucha, pega,
pero siempre hacia adelante...
¡y hasta que mueras!
El amor te tocará,
y también te golpeará,
será como una tormenta
que te estremecerá,
compórtate como un olmo,
dóblate hasta el mismo suelo,
porque acompañándolo, el viento
nunca te quebrará,
y cuando pasa el meteoro,
te vuelves a erguir al cielo
¡con más esplendor que el oro!
Y por sobre todo: sueña,
construye mundos y cielos,
no te conformen tus ojos,
¡ciérralos, para que veas!,
hay cosas que no se tocan
ni brillan, y al ser etéreas,
capturadas en tu mente:
trabajarás con ellas!;
los sueños son la argamasa
a los versos de un poema.
Deberás ponerte entera,
toda tú eres ladrillos,
piso, ventanas, puertas y techo,
y tu propia sangre el agua
cuando se agoten tus lágrimas...
hasta qué, al fin,
y con tu último desecho,
habrás construido el castillo
que te pusiste por meta...
¡deberás morir mil veces,
mucho dolor se precisa
para que nazca un poeta!
Dolor, lágrimas, ausencias,
traiciones y desamores,
frustraciones...
todo un montón de experiencias,
mixturadas con temores,
¡que, juntadas, son la ciencia
de la alquimia del poeta!
Joven amiga: elegiste
una muy dura carrera,
pero tendrás compañeras,
dos: una es la amargura,
la alegría es la otra,
no hay felicidad más completa
ni tristeza más inmensa,
¡que las que van en la sangre
de las venas de un poeta!
Te veré en cualquier esquina,
bar, plaza, luna o cometa,
con tu alma transparente,
trasformada en una estrella,
rimando palabras sabias
en metáforas inéditas,
girando a tu alrededor
doce azulados planetas,
¡cuando hallas bebido el dolor,
que en la copa, con cicuta,
deben beber los poetas!
Y no te llamaré amiga,
ni por tu sexo: mujer,
y al ver el brillo en tus ojos,
y tu estado comprender,
esbozaré mi sonrisa,
pondré tu mano en la mía,
¡mi hermana poetisa!,
y tus versos leeré...
con mucha atención, sin prisa,
nada apura a un poeta
¡cuándo lee poesía!