Me llueves a pedazos
y la tarde muere de ausencias.
Los últimos suspiros del sol
languidecen en tu pelo
con recuerdos magentas
que se anudan al tiempo.
La gardenia enciende a la noche
en sinfonía de cocuyos
que navegan tu cuerpo.
El lucero que asoma
me dicta las melancolías
y el siseo de la tinta en el papel
es un carajo de luna
que cuelga allá arriba
para corear tu voz
para sentir tu brisa
para mojar mi verso
y escuchar al violín de tu piel
cabalgando las nostalgias.
Mis dedos son el viento
que disimula con letras
el misterio de esta noche en que me llueves
pedazos de dolor...
salpicados de estrellas.