Caigo, tan profundo que mis manos tocan el cielo,
y siento que poco a poco voy muriendo, sonriendo.
Noto tu presencia en el olvido y me señalas,
me culpas de mantenerte viva en mis anhelos.
Quiero creer que el mundo acaba a mis espaldas,
y corro tan lejos como puedo,
sin embargo, sigues ahí cada vez que volteo.
Y cuando intento atraparte, olvido donde estas.
Quiero creer que puedo beber de ti,
como el más dulce vino, sin que nadie diga nada.
Soy consciente que si sigo avanzando
volveré a caer y seguramente el golpe será duro.
Lemos Maximiliano Daniel