Las luces de la ciudad
Ciegan mis ojos
Y ya no puedo verte.
Está tu imagen que amo,
tan pegada a mi deseo,
quieta entre dos muertes,
enamorada.
Está tu imagen que amo,
Tan pegada a mi deseo,
Veo los latidos de tu adiós muerto
Como una estaca.
Soñé que te habían robado el alma
Cuando nos mezclamos como el mar
y la arena, lejos,
hace tiempo.
He vuelto a ver los dorados pinos
que dulcemente, rozan la nieve
con las ramas más bajas,
salpicados, cambiantes colores
de las hojas.
Regresarán follajes,
se entrecruzarán las ramas.
y retornarán a su hueco de sombras,
al centro oscuro,
donde una vez durmieron.
Una mujer sola
contemplando el majestuoso mar,
augurando desdichas, a su lado
pasan las gaviotas,
el mar se retira cubriendo
sus piernas con un manto de algas,
y allí se quedó pensando en su infancia,
tendida boca abajo.