Hector Adolfo Campa

Un suspiro huye de los labios.




Un suspiro huye de los labios,

Se presume hermoso;

Alma de apasionados recuerdos,

¡Vuela querido verso!

 

La soledad absorbente,

Me toma de las manos,

Colérica, reprochante,

Siempre alejándonos.

¡Oh mi alma errante!

¿Dónde nos encontramos?

En aquel baraje,

Donde el poético arte;

En ese equipaje,

Que lleva los sentimientos

En su arduo viaje.

 

Viajeros tímidos,

Acompañantes taimados,

Siempre perdidos,

Pero jamás resignados.

 

Vuelve el deseo a la vida

O a la muerte,

Ambas de misma calaña

Y belleza fuerte.

 

Entre la bruma espectral

De un deseo anhelado,

Hay una siniestra catedral,

Donde reza el condenado,

Aquel olvidadizo animal,

Que se vive esperanzado,

De huir a la corte marcial.

Aún inocente es condenado.

 

¡Oh pobre ser infantil!

Temeroso de su porvenir,

Solitario ha de resistir,

El dolor de cada fusil.

 

Nadie va al funeral,

De los sueños remendados.

Nadie quiere recordar,

A quien amo sin ser amado.

¡Oh perdónelo cardenal!

No le vaya a condenar,

Vivió sincero, vivió luchando.

 

Las flores crecen rojas,

Pero no hay féretro,

En el sepulcro de una quimera.

Un cedro pierde hojas,

Se las lleva el viento,

Hasta encontrar quién les quiera.