¡Ay,ay,ay,ay,ay,ay,ay,ay,ay...!
Cantando estoy a la Muerte.
¡No te quiero por compaña!
La Muerte me contestó:
Yo soy la fiel compañera
que a la Humanidad espanta,
segadora de la vida
con esta afilada guadaña.
Conmigo no van conciertos,
ni otras componendas raras,
de un tajo cuento por miles
los que me llevo a mi casa.
No importan en mi cosecha
hierbas buenas, hierbas malas.
Ni el que rezó en los desvelos
a esas Vírgenes tan blancas,
que ocultan entre sus pechos
esos míticos misterios
de una tierra derramada
y en la memoria escondida
de un pueblo que llora y canta,
oprimiendose la herida.
¡Ay! Pajarita clavada
en mitad de la garganta,
con las manos encendidas
en esos fuegos de nacar.