Darío Ernesto

Concebir la vida aceptar la muerte

 

 

Amaneciendo en las  primaverales  mañanas,

Pujando de amarillo

El pecho de los damascos pichones.

Amanece  y  todo  cambia

El pequeño nido de tórtola, se renueva en polluelos

Más en zendas  tímidas  miradas, ese susto

No alcanza

Pera emprender vuelo

Aun no han de dejar el nido.

Asoma cada día el que pequeño y diminuto racimo

Uvas tiernas, ácidas, festín de la hormiga enemiga

Como la muerte.

Reventado fue su pequeña flor, pequeña  y de encantos

Para ser granos tiernos de un verde  tan hermoso

Todo  poco a poco cambia,  madura y se marchita,

Así la vida,

¡Oh la vida  infinita, en cada verde y cálida estación!

Nos regala gozo un  encuentro divino que enamora y bendice

Pasa en un rápido tiempo, celestial y profundo

La imagen sagrada del fruto  delicioso.

¡Cuando miro al cielo!

Miro, imploro y doy un brinco en mi alma

Retozan mis nostalgias,

después de las lluvias

Saber que la  vida,

nace en  flor

Madurando en vivencias,

Aceptando la muerte, como un tesoro de paz y silencio.

Tiempo al merecido descanso, tiempo de aceptar la vida,

Aceptando el sueño profundo.

Regresando al dueño de la vida

Vida y Eterna su fuerza  activa.

Que los pies cansados, merman la esperanza

Mirar ese rostro,  nuestro

frente al  mar y los espejos

Recibir esa imagen de nuestras  efigies,

Saber que una lágrima, una risa, un abrazo

Nos  hacen trascender, en posteridad y simientes

Que la vida es vida aun en pensamiento

Venciendo la muerte, física y  reseca,

Que  en los corazones, sigue titilando sangre de tu sangre

Sin ser derramada, contenida en las fuentes

Del dueño de nuestros destinos finales.

 

Darío Ernesto Muñoz Sosa

Autor.