Luis castro

MISERICORDIA

El invierno es crudo…

Un diluvio universal se cierne cada día sobre mi pensar.

El frío hiela mi cuerpo paralizando la vida.

Yerto estoy en la agonía de mi corazón.

Todo es tan oscuro en la noche

y lo es aún más, en el amanecer…

 

La inacción es como la muerte

y en mí es la muerte misma.

Calamitosa condición de incapacidad total,

adversa, desventajosa, inviable para la vida.

 

La misericordia de Dios es muy grande.

¿Cómo es posible que un ser como yo, ¿viva?

Los ciegos ven.

Los mudos hablan.

Los paralíticos caminan.

Los muertos como Lázaro y como yo, se levantan y andan.

¡Milagro!

Los milagros existen y yo soy uno de ellos,

aunque mi caminar sea tambaleante porque soy borracho.

Estoy aprendiendo a bien morir sin beber,

soy un muerto y muero en vida.

 

Pero el Espíritu de Dios vive en mí.

Es su Aliento el que me permite ver, hablar, caminar…

Es la fuente de los dones necesarios

que me permiten comprender la condición humana,

y aceptar la limitación del hombre

como la oportunidad de Dios.

Y entonces siento que vivo,

sólo por la Gracia de su Divino Soplo.