(a Olga B. Escobar)
Hermanita Olga,
podría decirte
un montón de cosas
(y tal vez lo haga,
aún también me valga
de alguna metáfora).
Yo sé que mis versos
llenaron tus ojos...
mis versos escritos...
tus ojos profundos...
tus ojos hermosos...
(para la dulzura que manan,
¿te bastó una zafra...?
El Cristo que llevas
prendido en el alma,
con ternura llena,
con ternura y calma
tu sonrisa tierna
que al Señor agrada...
Tu figura grácil,
tu frágil estampa
y tus ademanes,
de ángel, de hada,
sacuden mi estro,
despiertan mis manes
y ¡eclosionan versos
símil de volcanes!
De toda la gama
de delicadezas
no te falta nada:
juventud, belleza,
virtud y nobleza...
¡amor, fe, esperanza!
(Unidos en Cristo
el tiempo que falta
a su Parusía
¡no será tardanza!)
Dios me ha revelado
que tienes un sueño,
¡un sueño dorado!,
un sueño en que el hambre
y el dolor no existen,
ni pobres ni ricos,
y que todos visten
bellos trajes blancos.
Jardines flotantes...
sonoras cascadas...
muchas mariposas
que en el aire vagan,
no llantos, no guerras,
¡sólo risa y canto
por toda la tierra!
Hermanita Olga,
préstame tu sueño,
quiero hacerlo estrofas
¡de un poema eterno!