Un par de almas
se ensucian en las fronteras
del infierno,
besan el cielo,
son un aurea de pecado.
Hay una combustión de sudor
un despilfarro de caricias.
El amor estalla en las venas.
Dos cuerpos
pierden sus nombres y sus huesos
hienden el muro de hiel
evaden los laberintos del delirio,
no respiran sino hasta hallar
agua, fuego
en sus bocas,
y sorberlos.
Muerden la oscuridad
con la aprensión
de ser mortales,
se filtra y sale
de los dientes
un gemido,
casi
una melodía.