Marchar, partir silente
como un ramo de rosas secas
inconsistentes y leves
huyendo en pájaros grises,
como mengua de sol,
primavera en almendros deshojados.
Mi voz; viola insonora, ala caída,
tañido enmarcado en las paredes.
¡Guardo una sed de cruentas llamas
al final de mi lengua…!
consagradas al olvido.
Tal vez, me iré buscando,
el azogue pulido de otros cielos.
Marchar, lenta y omitida,
borrándome del estanque de tu espejo,
Dejar restos de piel entre las sábanas
y soltar el canto amargo,
más amargo que el hierro,
en una gran cometa que huya cielo adentro.
¡Ya no quiero tu oscura vanidad sobre mi frente,
las uvas de tus ojos rodando mi cintura
o las falsas golondrinas de tus dedos
aleteando en mi pecho.
Marchar, partir sin rumbo,
como un otoño ciego derribando laureles.
Mi escuadra gris tripula el miedo,
crecer en el impulso de los vientos
desdibujada, lejos, muy lejos...
¡Ya no veras morir mis cisnes negros!
Alejandrina.