Cuenta una leyenda de un país lejano
que Dios hizo a los hombres con sus propias manos;
que, terminada la obra (sin darse cuenta),
había ocupado hasta el último pedazo de materia.
Recordó entonces (tarde) que le faltaba una tarea,
y ésta era la de crear los artistas,
por lo que mandó buscar en un lejano planeta,
los necesarios elementos para la tal empresa.
Se apresuraron los ángeles, cruzaron las galaxias
y acomodaron la carga en veloz cometa,
unas estrellas fugaces completaron el transporte
de los preciados elementos que Dios les requiriera.
Con luces y colores, con silencios y chispas,
con distancias infinitas (jirones del cielo),
con esos materiales, a nosotros, los artistas
(más un montón de esperanza), fue que nos hicieron.
María Estela Riquelme de Miranda,
me detengo un momento y estos versos te escribo,
tú compartes también varios de mis sueños,
y hoy vemos esos sueños (en parte) cumplidos.
A veces los hombres (que se hicieron con barro)
no comprenden la dimensión del mundo nuestro,
pero les llegue o no el mensaje, está claro
que continuaremos haciéndolo hasta el final de los tiempos.
Tal vez no logremos ser famosos ni ricos,
pero completamos orgullosos el mandato divino,
los rostros radiantes, plenos y festivos,
¡con la antorcha en lo alto y el fuego encendido!
Hermana, te dedico estos versos triunfales
y en nombre del Yo Soy ¡te beso y te bendigo!