El hijo no nacido vive en el útero,
ahí, dónde mi carne se retuerce.
Mi dulce hijo no quiere dañarme,
soy yo la que marchar no le dejo.
Se murió mi hijo antes de nacer,
no tuvo ojos, no tuvo manitas,
sólo fué un amasijo de células,
un proyecto de vida al amanecer.
En mis arterias se deslizaba el hambre,
ese devorador de sueños y sosiegos.
La boca como el pozo seco de mi vega.
Secos los ojos de tantos seres llorados.
Se han apagado las brillantes estrellas.
El sol azorado se nos torna sombrío.
Las nubes se van sin dejarnos su llanto,
sin esas vivificantes lágrimas de alegría.
Callado se fué el hijo de mis entrañas.
La vida se desliza a través del agua.
La brisa nos trae el olor del trigo verde.
Mis hijos nacidos rien y yo me enardezco.