A lo lejos del eco
grita el miedo destierro al olvido,
sediento de ti, acústico en voces,
soy un lucero confinado a la noche,
la noche eres tú, provocadora de sueños,
soy quien se posa en tu sombra.
La envergadura de mis alas
se ha estrellado a lo lejos,
como un velero perdido,
como el descenso brusco de cisnes;
estas como el ocaso atardecido
todo es silente en tus susurro.
Cuando pienses olvidarme
no dejes que tu voz se apague,
está prohibido olvidar, sin hablar,
quiero escuchar tus versos,
tus melodías de ensueño
y el profundo suspiro que me amas.
Sentiré la clama en mis adentros,
con el oleaje del viento en tu cabello
sentiré la paz que me sostiene,
aun cuando me digas “no te olvido”.
Las colinas son encumbradas,
en la cima del horizonte, diviso a los valles,
el verde campestre viste a los prados,
el rocío serena, capullos florales,
la primavera, coquetea a las rosas
y tú le das el brillo a mi existir,
y tú me alientas como a un niño,
y tú me haces caer en el instinto del amor.
Dejad que mi piel aturdida
siga erigiendo caricias en tus manos,
el frío ni el calor pueden abrigarte,
aun si marcharas por un momento;
en la distancia las estrellas titilan
llevando mis cartas a tu aposento.
Hasta el embriago me sabe a miel,
los días se vuelven noches
si mis labios lo pidieran,
no he de esperar hasta la noche
para escribirte bajo el violeta nocturno,
para escribir estos versos que salen del alma,
estas veces te dicen “no me olvides”.