Estoy al borde del crepúsculo,
sin embargo, aún puedo verme
en el brillo de una mirada infantil,
en los signos de interrogación que vomita el mar
y en los jazmines azules de mi jardín.
Aún puedo acudir a una cita
con gorjeos de ruiseñor y estruendos de sal
vestir la ropa que nunca lucí,
declamar los versos que a fuerza de no escribirlos
fenecieron en la tarde amarilla que te amé.
Estoy al borde del crepúsculo
pero ya puedo acudir
a la cita indeclinable
con nuestra amiga en común:
Invitarla a un café y a charlar
mientras crecen los geranios
junto a la lápida roja que me espera.
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