sandor

Mulata de neón y de ternura

Me detuvo la nieve

Y el no llevar cadenas

en un hotel de paso al lado del Pisuerga

No había más remedio

que esperar a la mañana

la tarde se acercaba

al crepúsculo ciego del invierno.

Esperé llegar el sueño

viendo en la televisión

jugar al Barcelona ante Las Palmas.

Una mujer mulata leía una revista 

recostada en un sofá

con las piernas cruzadas

sin mirar nunca el partido

pero los ojos de los dos

a veces se encontraban en el medio.

En el descanso

me preguntó qué hacía solitario

en un Medina donde el frío

helaba al hielo.

Le dije la verdad

no le presté atención a los avisos de la radio

camino de una ciudad cercana

donde al fin y al cabo

nada me impedía llegar un día después

o incluso dar la vuelta.

Yo trabajo aquí los fines de semana

acento sensual

que su morena piel acentuaba

mientras se despidió

acercando a mi mano una tarjeta

con el nombre que usaba los fines de semana

en un club de luces de neón y de lujuria

por un precio

…y el suyo verdadero.

Solo me acerqué hasta el club

mucho más tarde

sin atreverme a cruzar esa rosada puerta

donde su cuerpo trabajaba

y regresé al hotel soñando

aquella piel mulata y rosa.

La volví a ver limpiando

los cristales de su coche

con el abrigo puesto y una falda muy corta

cerca del amanecer

— y lo confieso —

bajé para entender si ella era un lugar

donde el destino me llamaba.

Joana, acento portugués

negra la piel, brillando con la nieve

labios de azulado carmín

e inesperados muslos de meretriz

como supe dos semanas después

sin poner ningún precio a su amor

fuera de los rincones

de olor a sexo y whisky

donde los hombres la buscaban

para vender su anatomía.

Hoy eres todo mío

las palabras más bellas que escuché

de sus carnosos labios

esa noche de deseo azabache

junto al ritmo lento de un baile de sus dedos

y sus uñas moradas

en la barra de un pub entre mis piernas:

El único precio es tu ternura

aquella que me falta.


 

Sandor