Veo caer el ocaso en sus ojos, mientras camina por un callejón del parque,
usted, de bella sonrisa ¡Ah, si usted me quisiera!
me digo al verle sentarse en una silla de madera, en aquel café.
Observo su rostro detenidamente desde la glorieta,
bajo un jazmín, camino a usted, al café y me siento en la mesa
de enfrente, pero usted ni siquiera se da cuenta, no sabe que existo,
una que otra vez sus ojos se topan con los míos.
Pero entonces baja la mirada y la sumerge en un libro,
¡Si yo pudiera escribirle un libro!
pero sólo sé que son tres semanas que le veo,
aquí en el parque, entre tanta gente,
leyendo libros y bebiendo café amargo.
Creo que a pesar de todo, usted no recuerda mi rostro,
muchos menos que le veo a los ojos, bellos ojos color miel.
¡Ah si usted quisiera quererme, yo seria feliz!
pero seria doblemente feliz, si usted, sin saber un por què ya me quisiera.