(A Isabel García Lorca : Descanse en Paz.)
Su corta edad no exime la alabanza,
que premia y endulza, seria y femenina,
la atención que presta compungida
a la escala musical que aún no abarca.
Sus manos, diez dedos extendidos, .
Los pedales sus pies no alcanzan
y ya toca con suave armonía
una suite apasionada para la danza.
Su retrato, en el salón está colgado,
y llena de color toda la estancia,
de parte a parte, de un al otro lado.
Mudo, en su rincón descansa,
pegado a la pared, aquel piano
que tanto dolor y secretos guarda.