Hoy le escribiré a una diosa,
Una fémina singular,
Dueña de una voz melodiosa;
Ven, te voy a contar.
¡Oh compañero!,
Ella me intriga,
Su bella Sencillez
Su ternura.
El abrazo primero,
Simple cura,
Sus brazos dóciles.
Me alegra,
Me embriaga.
La diosa me observaba,
Su mirada al encontrarme,
Dos astros que escrutaban,
Los sentía tranquilizarme.
Sus pupilas me curaban.
¡Oh Venus del verso!
Creas destellos,
Al paso de la charla,
Mueves el universo;
Con tus cabellos,
De larga llamarada,
Quema los tiempos,
Con su fuego terso,
Y su voz calmada.
Un nirvana disfrazado,
Entre dos pétalos rojos,
Vestido de sonrisa,
De estrellas calzado,
Una mueca de encantos,
Una paz, una brisa.
Esa diosa poetisa,
Una Afrodita loca,
Una bella amiga.
Dulce y poderosa,
Personalidad mágica,
¡Oh diosa mía!
De pronto despierto,
Solo de nuevo,
Entre ebrio y muerto,
Ya no le atisbo.
Con bolígrafo en mano,
Y Su recuerdo vagando,
Escribo sin freno,
El verso encantado;
Para sentirme cercano
A ese sueño anhelado,
El que voy perdiendo,
Del que voy despertando
En mundo alejado,
Como un simple humano.
Y voy temiendo,
No tenerle a mi lado,
Quedarme lejano;
Un fuerte miedo,
De que ni soñando,
Esté con ella de nuevo
En las sombras conversando.