Era; todo remonta al pasado. A quien solía ser. Es absurdo tanto remordimiento por haber cambiado lo mejor de mí y quién sabe si ya estuviese donde se supone. Ahora mismo estoy vagando por las calles, durmiendo en las aceras del olvido. Esta desdicha tan oportuna saca de mí los demonios traidores. Van cien más o menos pero las manchas negras bajo mis ojos muestran la falla en mi cordura. Todo es rojo y negro. Que odioso es tener que escoger entre vivo y menos muerto. Tantas notas y relatos y cosas que no tienen que ver con el verdadero problema. Esto de ser un ser social como que apesta. Es más; emana un olor a putrefacción. No somos un vino tinto. No somos aves con grandes alas. Somos los mismos simios que estudiamos pensando que somos algo mas grande. Pues no. Ese es el problema creerse sol cuando no son ni estrella. Quisiera ser perra, ver en blanco y negro; dormir, comer y perseguir gatos. Un cerebro pensante me está encaminando al manicomio, como si no tuviera suficiente con la dimensión que me asecha todos los días. Ya van tres. No puedo conmigo misma y ya van tres. Mientras más unidas están las dos en más problemas me meto. Eso es sin incluir mi filosofía que me ha hecho toparme con los depredadores más sumisos a mi poder. Solía no pensar tanto. Solía no: llorar tanto, preocuparme tanto, herir tanto, sufrir tanto, soñar tanto, sentir tanto… tanto. Solía tener el brillo de mis ojos repletos con inocencia; ahora, hasta el verde se ve más apagado. Quisiera, a veces, que mi luz se apague. El peso que llevo en los hombros ya se está haciendo sentir y no sé si el problema es tanto o si es que solía ser. Soy un caso perdido que ayuda a reencontrarse a los que se pierden momentáneamente.
- ¿Locura?
- No. Si fuese locura tú no estarías escuchándome.
- Cierto…
Siempre quise llegar a la Luna. Ahora no podre con esta lluvia y me preocupa pensar en mi vientre. No puede existir manera en la que esté creciendo por sí solo. Tengo que dejar la cerveza, pero no el alcohol. La verdad siempre se distorsiona y siempre depende de a quien se la estés diciendo. La más cierta siempre estará en la mente encerrada. Desde pequeña sabía lo que hacía; aunque, no sé las razones ni de dónde lo aprendí. Ese siempre ha sido mi problema: mucho conocimiento sin referencias bibliográficas. Dudo de mi misma. Sé que no sé nada. Que no tengo idea de lo que hago; que solo me dejo llevar.
- ¿Por tus instintos?
- No, por la intuición. Sabes, odio que callen mientras hablo porque realmente me escuchan. Sé hacerlo con todos menos conmigo misma y prefiero no hacerlo porque mis convicciones son patéticas. Digo, ellas no, yo sí.
Evidencia de que solo está todo en mi cabeza y que los demás tienen algo bueno que decir. Entre tantas malas decisiones, esta la ortografía correcta y libros comprados pero no leídos. Hay dos idiomas, aunque, quiera un tercero. Siempre el dichoso número, que… ahora que lo pienso… siempre fue un engaño ese tres, cinco, quince, dos, catorce, casi tres. Me toca arreglar lo que dañe y dejar a un lado la distracción que ella me trae. Un numero nuevo que traerá color a mi vida, eso espero. Pero ella me anda desviando, torturando. Su cuerpo hipnotiza y mi mirada nunca ayuda. Entre tantas recetas acabo esto y va escampando. Los números rigen la vida y quisiera estar en la tierra. Cuando ella me acompaña… mi sonrisa no muere y la lluvia dentro de mí, cesa.
- El cielo llora y los árboles crecen. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo?
- Porque al final de la página solo vuelve lo primero que era. Solía tanto que ahora nada. Recuérdalo.