Juan de Marsilio

El otro

Otro

Yo perseguía con tenacidad
disuelta en el aire una liebre de viento.
Apenasmente pude
enlazarle los cuernos
(y los quebré: se sabe que son frágiles
los cuernos de esas liebres,
las más ágiles).

Yo levantaba castillos
de pensamientos.
A la puesta del sol en los cristales
de aquellos ventanales,
sinfonía de brillos
que se iban apagando.
Alzaba yo castillos
que al caer de las tardes invernales
se iban desmoronando.

Yo usaba enamorarme
de todas, de ninguna, del amor y de mí
y aún estoy por saber si en esos días
era un muchacho triste
o era un hombre feliz.

Ya no persigo ni levanto ni
uso ya enamorarme
con esa profusión.
Tampoco me cuestiono
sobre pasadas penas o alegrías.

Bien ha dicho un poeta que yo es otro.
El mío se ha quedado en otra vida.