A Monique.
Leías el tiempo en voz paraíso.
Enigmas te coronaban el aura.
Tu pecho era un naranjo profeta,
y el viento silbaba el futuro
entre el olor de los azhares .
Hablaste la lengua de los astros.
Hicieron un coro con tu nombre.
Dejaste caer tu cuerpo en el campo del ensueño.
Pariste una estrella.
Me contagié de un aliento,
cepa de magia virgen,
entre tantas voces.
En el trance hice alabanzas al tótem de la Vida,
inmerso en la aldea pesquera de tus ojos:
Barcas emergían del mar con cestas llenas de colibries.
Yo, alma de felino montés,
me vi acechando la mañana de tu piel.
Un corazón era ritual de guerra.
Con sigilo de arpa,
anduve la orilla de tus labios y apresé tu respiración.
Cantamos lisonjas al beso,
nuestro pastorcito gitano de flautín hipnótico.
Bautizamos la estrella con tu signo,
te quitaste la piel y tapaste mi boca.
Ian Henry Deep