Oscar Perez

El réquiem devorador

El réquiem devorador

 

Este sabor a sable de tus lágrimas,

a sangre de un tirón, a remolino

que se arrastra en la tierra y cae luego

a un río sin rumor e insatisfecho.

Este cordón de Ariadna destrozado

por Ariadna y sin toro en los reveses,

sin laberinto más que en el discurso

que habló de golondrinas cuando lanzó balas de muerte.

El viento, el resquemor, la pobre nada

que cae como arena en las ciudades,

relojes ellos de un tiempo sin ventura,

pantanos hechos del color del edificio,

cayeron, doblegaron sus arneses

sin nunca más poder regurgitar de su amargura.

La trampa es de coral, porque la tarde

es roja cual coral y es siempre tarde,

no existe adónde ir, más que al olvido

y allí el sable anterior espera a todos

con su horror y su sabor a vida muerta,

o a muerte por vivir mientras se entierra

el sable en el dolor, como la perla

en las cuencas del difunto y de su paso

a ningún lado, a ningún lado, eternamente solitario.

 

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04 12 13