Nada se compara a estirar
la mano y encontrarte,
a rozar tu suave cabello
donde termina, mía,
como el viento que no puede
encarcelarse pero sientes,
libre, como el ancla que se
adueña del mar cuan lo conquista,
un umbral en la mirada,
una esencia común que nos abraza,
nada se compara, trasponer la última
frontera y amarnos.
Todo está de nuestra parte,
la voz se entrelaza a los labios con cada palabra,
el temblor se derrama por los ojos,
por los tuyos y los míos,
y el agua sonrosada se posa en el silencio,
de cada momento a los hombros,
de los rostros a la noche,
del deshoje constante de nuestra piel,
a esa sigilosa asechanza del amor,
cuando es amor todavía,
cuando la pasión cautiva,
cuando todo muerde y es eterno,
como no esperar un nuevo día sin tu cuerpo y sin ti.
Nada se compara,
cuando el amor despierta hay un instante
en que tú y yo somos todo,
y cuando digo todo me refiero a esa necesidad de llegar,
a la luz artificial que nos desnuda,
a la luna que nos quema y nos brilla como jóvenes,
a fundirnos presos de la costumbre
de los colores, a estrecharnos amantes caídos de los sueños.
Somos apenas el tiempo enamorado,
el verbo que improvisa,
la savia prolongada,
la sangre que pausada es simiente y entrega
y poesía y siempre siempre un poco más.
Las apariencias se desmoronan y
se dispone un punto exacto donde precipitar,
si principiar nuestra boca,
si liberar nuestras manos,
si escribir en trazos de velos este sentir desobediente,
alzado, valiente, consecuente con su
corazón pero también, cotidiano,
¡nada se compara!,
hoy me pasa el amor,
hoy me acuerdo de ti.
T de S
MRGC
Namaste