Carla no está triste. El sol brilla en su frente, el rocío pende de sus rizos y ella juega con la mañana, bajo la lluvia. La argentada luna se estanca en su pozo y el unicornio la mima. Corre bajo los cedros y las ninfas la cuidan. La afable brisa le besa sus asalmonadas mejillas y de un soplo el viento la trae de vuelta al pozo. Entona imposibles cantos y la gloria no hay sino en la lira de fauno, su amigo. El rojo de sus labios desconocen en Fenicia. Habla con las aves y descansa entre las flores, lozana como el cielo. Ella no está triste... No siempre ha sido así.