El amor es el murmullo
de mi silencio,
¡TÚ me has enseñado a amarte!,
a encontrar uno a uno
besos en ti,
a extrañarte por ser TÚ la razón
de lo que espero,
¡te prefiero!,
yo quiero que tus pasos
dejen huellas en mi piel.
Un café al borde de mi cuerpo se levanta,
sus palabras de aroma son como esa voz
que sin que lo sepa, es camino,
que tibiamente se hermana con las sombras,
que es hábito entre tanto remolino,
y entre el ir y venir de esta vida,
¡te prefiero!,
aún siento abrigar en mi pecho
esa antigua ternura que nos nombra.
A ratos, por veredas de sueños me rindo,
donde está tu nombre es mi calle,
donde mis letras se confunden, mi abrigo,
¡si tan sólo estuvieras donde te busco!,
caminaría vagando respirando profundo,
sería la flor que entre los pétalos te espera,
¡te prefiero!,
tú lo sabes, creo que lo sabes desde siempre,
desde antes de conocerte fui ese verso
que en el fondo de tu alma fue tu todo.
Alguien me dijo una vez que el amor
jamás se malgasta,
que aunque llegue maltrecho
siempre hay que merecerlo y desearlo,
cuando venga, aceptarlo,
cuando parte, dejarlo salir,
los corazones de piedra no me gustan,
y si me preguntas, no sirven,
he aprendido a esperar tu despertar,
a detenerme y volver a empezar,
a enamorarme de ti, de ti, y de ti ...
¡te prefiero!
La sangre del verbo es este poema,
todo lo que de vos quiero
son cosas simples y cotidianas,
una carta de amor,
una mirada,
un aire de mi boca a tu boca
y hallarte en mi costado,
¡te prefiero!,
desnuda y yo desnudo,
con las manos libres,
con la sonrisa vestida,
día, tarde y noche pienso en ti.
T de S
MRGC
Namaste