Fué un instante, un aleteo de colibrí.
El agua deslizándose sobre su piel,
bajaba desde su cabellera por su cuello,
deslizándose con delicia hacia su pecho.
Fué casi un aleteo de colibrí, uno sólo.
La toalla se deslizó hasta su costado
dejando al descubierto mi vivo deseo.
Menos de un segundo, un aleteo intenso.
Un reguero de agua saboreando su seno.