Gran parte de la vida
la pasamos esperando,
a veces por una cosa,
a veces por otro algo.
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A la espera está la madre
temerosa y jubilosa
por la llegada de su crío
que en su vientre se ha gestado.
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La espera requiere de calma,
requiere de mucha paciencia,
como la del cazador
aunque ansíe atrapar su presa.
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En el hospital, interno
yace triste el enfermo
esperando intervención,
y luego...impacientes
esperan los parientes
que aparezca el galeno y
con buenas noticias diga
“Salió bien la operación.”
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El anciano ya cansado
sabe que es momento de partir,
tan solo se encuentra esperando
que “La Pelona” diga que sí.
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Ha sembrado la semilla
el esmerado agricultor
esperando con paciencia
las lluvias de la estación.
El lento pasar del tiempo
tiene compensación,
cuando llega la cosecha
cesa la preocupación.
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A la espera del evento
todos en profundo silencio
aguardan al director
al inicio de un concierto.
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Largo ha sido el noviazgo,
la novia escuchó declaración,
larga ha sido su espera
por la espiritual bendición.
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Sentado a la mesa tomando café
como en espera de un no sé qué,
está leyendo su arrugado diario;
pasado ya un rato, mirando, pensando,
se levanta y se va, parte caminando
y solo, sin prisa, va mascullando.
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Saliendo de la escuela,
en su mano el trabajito
espera ansioso el parvulito
la llegada de mamá.
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Así, esperando, esperando,
algunos leyendo, otros platicando,
o solo mirando y otros meditando,
o en busca de la inspiración
para poder seguir versando.
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Las esperas pueden ser
momentos de gran valor
para hacer introspección,
ahondar en el interior,
ausentarse de su yo,
integrarse al todo para husmear
en esa otra dimensión.