Raúl Daniel

Porqué Duermo Con La Luz Encendida

Me preguntas, mi amor,

por qué duermo con la luz encendida;

por qué no apago mi lámpara y dejo

que la obscuridad nos envuelva hasta el otro día...

 

Es... que me gusta despertar a media noche

y verte a mi lado dormida...

¡te amo tanto... y es tan corta la vida!

 

Me gusta mirarte cuando no me miras...

recorrer pausada, despaciosamente mis ávidos ojos

por la flor rosada de tus armonías.

 

Recordar sin prisa, minuto a minuto,

el fresco momento del amor vivido...

los besos ardientes, el toque atrevido...

el masaje suave, el éxtasis... ¡y el estallido!

 

¡Hay!, qué mi tiempo es poco...

y quiero beberme todo...

¡hasta el mínimo instante, querida!

 

Y si ya agoté tus fuerzas y te has dormido exhausta,

después de amar y ser amada:

¡Aunque sea el mirarte conforma mis ansias

de seguir amándote!

 

¿Qué quieres que haga... que apague la luz

y pierda el momento que Dios me regala?...

Te amaré despierta y te amaré dormida...

¡me gusta el amarte!

 

Por eso te digo: No apagues mi lámpara

y duerme tranquila... yo estaré velando...

veré si respiras,

que nada perturbe tus sueños dorados,

que nada interrumpa tu justo descanso...

 

Para que mañana, en el nuevo día

y ya descansada, la vida te agite

¡y, a los borbotones, tu sangre se mueva

y alegre y gozosa esperes la noche,

donde con mis manos construyo en tu cuerpo,

montañas y prados, esteros y valles,

castillos y mares!...

 

Por eso te digo: No apagues mi lámpara...

¡Ay, qué el tiempo es poco... y quiero mirarte!