Federico Rivero Scarani

La busqué.

La busqué y no la encontré,

se escondió, tal vez, bajo un tul de llantos;

la llamé y mudo quedé

temiendo que la soledad

tendiera su manto.

Su presencia traté de atraparla

midiendo el techo

oblicuo y blanco,

que ahogaba las plantas

sus flores y el canto.

 

Y cerrando los ojos, sin ganas,

rompí el silencio templado,

seguí buscando, tanteando,

husmeando el éter rodeado

de su presencia sin carne

de su vestido floreado.

 

Extraño su rostro,

su voz de acantilado,

las miradas que tanto dijeron,

sus ojos neblinos

ausentes y alados.

La busco y menos la olvido;

gritan los vasos, laureles y vinos:

¿dónde está la dama perdida?.

¿con otro se ha marchado?,

no, contesté sombrío,

ella es sólo un sueño soñado.