Las sombras te abren paso pues no pueden apreciar tu rostro de mármol, dejan caer sus cabezas como en un acto de sujeción siniestra.
Allí duermes y tus sueños me atacan llevándome cautivo a tu dimensión azul. En la jaula tus planetas cantan mientras se vuelven invisibles.
No llores entristecida por la rebelión de los astros, pues tus lágrimas son lanzas, y mi corazón de barro.
No escondas tras tus cabellos de telaraña los sonidos del arpa mortal. Pues sus acordes me hacen soñar que sueño y si el silencio despertare, también lo he de hacer.