Sentí el impacto del puñal certero
en el corazón abriendome una herida
al tiempo que anunciaste tu partida
diciéndome al final “ya no te quiero”.
Raudos los fantasmas invadieron
la débil de mi esperanza dolorida,
una vez más otra ocasión perdida
¡por qué a mi lo dioses no me oyeron!
Juré, una y mil veces juré y juré,
al cielo clamé maldiciendo mi desgracia
¡qué ingenuo de mi creyendo tu falacia
durante el breve tiempo que te amé!
Triste, infeliz vagué como alma en pena,
la melancolía se apoderó de mi vivir,
¡largo suplicio el convivir con mi sufrir
hasta poderme liberar de esta condena!
Llegó el otoño y las hojas al pasar
vi como suaves de los álamos caían,
hasta la primavera tuve que esperar
para caer en la cuenta y observar
como de nuevo al fin mi alma sonreía.