La llovizna diagonal desdibuja
la bahía de Montevideo,
y pienso, “te quiero”
aun en el cadáver gris del día.
Los árboles y las plantas
absorben con avidez el agua
que del cielo encapotado cae
como cristalinas ráfagas.
Hay un ensueño enla Ciudad
todo parece monótono.
Es que la tarde se ha puesto a llorar
quizás por algún corazón roto.
El río plomizo en calma
recibe aun más agua,
y su calma parece ser
la plenitud que sentiría un alma.