El pregón
Vendo poemas, yo vendo
mi canción desesperada,
la historia de todo y nada,
las letras que no comprendo.
Vendo la fe que, mintiendo,
me sostuvo en el abismo,
me vio caer al abismo
y no detuvo el porrazo,
vendo el dolor del fracaso
y el pudor del egoísmo.
Vendo la vida y la muerte,
no las pedí, no las busco,
ni sus misterios traduzco,
ni se cual será mi suerte.
Vendo el temor de ser fuerte,
la duda de andar errado,
las llaves de este candado,
las puertas de este destino,
y las aspas del molino
en que vendo hasta al jurado.
Vendo mis días y noches,
no porque que de mucho valgan,
sino porque de mi salgan
con sus miedos y reproches.
Vendo la luna y sus broches
de pequeñas lentejuelas,
estrellas esas que anhelas
si no te da luz el mundo,
y del sol vendo el segundo
que dura mientras tú velas.
Vendo el alma, si es que tengo,
sé que el diablo no la quiso,
sé que perdí el paraíso
por dudar de mi abolengo.
Quizá ni esta piel sostengo
ni la voz con que hago oferta,
pero aquí voy, puerta a puerta
yo las vendo sin descanso
y hasta el amor, si lo alcanzo,
lo vendo no bien despierta.
Vendo por fin la esperanza
de la existencia y sus citas,
las flores que, ya marchitas,
anuncian que hay fe y que alcanza.
Las vendo porque en mi danza
cada herida curar quiero,
no me interesa el dinero,
no sirve como vendaje,
y si aquí mis vendas traje
es porque sanar yo espero.
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