Para J. O.
Nunca te dije.
Ese día me ahogaba en el pecho
un amargo sabor a mujer
-tú no sabias-
el invierno me duplicó el frío
en el corazón.
Huí de mis cuatro paredes
busqué a quienes
querian burlar a las ojerosas horas
de la noche
salimos, corrímos
y yo parecía un murciérlago con plumas.
Era diciembre blanco
pálido y frío todos sus huesos.
El viento no era el mismo
con sus manos de escarcha
acaricia todas las pieles
-y a todos hería-
Para librarnos del tedio
nos encerramos en un ambiente
de primavera artificial:
luces psicodélicas parpadeaban
la música como ondas ruidosas
gritaban a mis oídos
fetidez de alegría ebria
ojos embriagados
pies que torturaban el suelo.
Aun así mis ojos se perdían
en el océano de mis recuerdos
-inoportuno momento para recordar-
mi sonrisa era una mariposa moribunda
despacio iba cayendo.
Entonces te vi entrar
cada paso tuyo socorría mis ojos
hasta inclinar mi mirada a tí
tu sonrisa como un regalo
paso volando delante de mí
sus alas recogieron y devolvieron mi sonrisa.
A ciencia cierta ¿que fue lo que pasó?
como si el soplo de tu presencia
haya espantado aquel fantasma con imagen de mujer
e hizo de mi invierno menos frío.
Tus labios, pétalos rosas, se movian
y muy atento escuchaba, gota a gota, cada palabra
luego
nos unimos al pegajoso grupo
de bailarines alborotados
al tomar tu mano
un temblor de timidez me sacudió el cuerpo.
Quise decirte algo
pero al mirar por las rejillas de tus ojos
me dí con la sopresa que tú tambien
cargabas una peregrina pena
sin embargo tú disimulabas.
Eso tampoco te dije.