En el oscilante vaivén de la vida,
el valor del equilibrio es destacable;
el caminante en sus idas y venidas,
logra hacer un recuento memorable.
Contabilizar lo que suma y lo que resta,
y no quedar en números rojos,
es motivo para una gran fiesta,
y celebrar a gusto y sin sonrojos.
Al final del día, la ecuación despejada a satisfacción,
provoca sonrisa en los labios y total calma...
y en el balance obtenido entre aprendizaje y aceptación,
el tesoro verdadero, es encontrar paz para el alma.
Eso, en buen español, a conciencia y sin tapujos,
es haber aprendido la lección divinamente,
pues aquel que se examina más de cerca que de lejos,
está, de su ser y de su esencia, totalmente consciente.