No voy a hablar de amores
ni de nada que se le parezca, pero con un suspiro
le digo que usted es muy bonita.
Desde un jarabe para la tos a una aspirina
para la cabeza y como cosa loca… ¡quién sabe!
Cualquier pretexto es bueno para verla.
Confieso abiertamente
que quisiera ser su compañero,
más que un amigo, quizá su confidente.
Por eso me pregunto, linda señorita:
- “¿qué cortejos le gusta…?” -
Si un dulce o un fino capullo la alagarían.
Su nombre no lo sé, a no ser por la
calidez de sus manos, que me entrega
a cambio una caricia a mis manos.
La veo y me despido por última vez,
entre un delineado negro sobre los parpados,
de sus ojos color café.
Y si ya tiene un pretendiente,
no haga caso, no se ofenda y discúlpeme.
Crea de cuenta que un suspiro solté.
Pero si le quito de su mejilla
una sonrisa al leer, cuéntemelo
cuando vuelva la próxima vez.