Descendió un ángel del cielo
Y agarrándome de los pelos me dijo:
¡“Vicioso, apiádate de los demás
Y de tu alma manchada”!
Y sacudiéndome me tiró contra la pared
“Yo no estoy obligado a nada”, le respondí,
Vete al cielo donde las estrellas se tocan
Pero el ángel furioso me volvió a recriminar:
“¡Tenías que ser poeta para
Contener tanta maldad!”
Y se fue dejándome preocupado
¿Qué tendrá que ver la poesía
Con mis desafortunados arrebatos?