\" De la nada inventamos figuras inexistentes
y las magnificamos dando poderes
hasta que sea solvente cada invención.
Somos capaces, de forma insolente,
de equiparar a un buen montón de patrañas
con la savia de la creación.\"
*** ***
Nos escondemos tras bulos inventados.
Nos exculpamos señalando a personajes detestables
que tan sólo son ficción garabateada
cabalgando entre las páginas de tantos libros;
libros paganos y libros sagrados.
Personajes que simulan ser reales,
cuales fueron impuestos en la mente de muchos,
entre hogueras que exorcizaban y apretados grilletes,
grabados a base de latigazos y hierro candente.
Personajes que, con maneras sentenciables,
ayudan a disimular la destrucción
que el hombre sobre la tierra implanta;
el tremendo e innecesario extravío
en que desde los tiempos vivimos.
Huimos, ¡somos cobardes!.
Huimos de las consistentes y personales verdades
que relatan nuestros actos.
Actos sujetos al desatino,
verdades que citan al hombre como a cual bestia.
Copulamos con la farsa para resultar exculpados
de crudas sentencias y arduos castigos.
Anulamos los verbos amargos,
falsamente poetizamos sobre nuestro hacer y nuestra vida,
eludimos darnos cuenta que somos la máxima expresión
de un nulo espécimen de gesto desleal.
Sentimos la asfixia del yugo,
la carga es dura, y además...
es carga innecesaria la que nos imponemos.
Y es al reconocernos,
que una honda pena nos embarga
siendo la mayor y más ineludible de las condenas.
Irresponsablemente y a diario
salpicamos con motas de infierno
la mansa paz de nuestro cielo.
Por añadido, vanidosamente ostentando,
la hipócrita virtud de creernos, salvadores que están,
lejos de maullar, de rugir o de ladrar,
con la racionalidad bendecidos.
Prófugos desarraigados del origen;
aquí vagamos, aquí yacemos.
Moldeamos a nuestro antojo;
santos y vírgenes, mártires y milagros.
dioses y demonios, báculos y maleficios,
credos y conjuros, todo con tal...
para desentendernos y aligerarnos
de muchos y propios,
de grandes y evitables errores.
Admitimos estar subyugados a fuerzas extrañas
y a males insondables y ajenos,
así dándole la espalda al avance.
Caminamos faltos de agallas.
Caminamos renqueando
con esa parte primitiva e inherente
que estériles nos convierte a los hombres.
Con esa misma que destruye el paraíso,
aborrece el arte de amar
y desmerece a una flor como joya.
La que, ciega e impasible,
añade el frío más austero sobre el cálido hogar
y recubre con un intenso desasosiego
la paciencia impresa en grandes templos.
Hay ficciones.
Del hombre: bulos, farsas y ficciones,
cuales elaboradas con matemática horma
aparecen casi quedando perfectas;
que disimulan al mirar
la fealdad reflejada en el espejo:
Esos errores irresponsables,
esos humanos defectos,
sitúan horribles horrores que acontecen,
junto al polvo, bajo el felpudo.
Ayudan a expropiar al estomago
de la digestión de tantas culpas.
No existen demonios.
No hay ningún diablo que secuestre nuestras almas.
Sí que hay pies que visten largas pezuñas.
Sí que hay calor cual quema y cuece.
Pero es el hombre y sus intereses,
el que cobarde no admite su nefasto hacer,
el que mal usa el fuego
y el leño corta y la salud prende.
El hombre inventó para sí;
los tridentes punzantes,
la tentación como prueba divina,
y otro, siendo de él,
por propietario del infierno.
Es mecenas y mentor del diablo el propio hombre,
al no ser capaz de ordenar correctamente
la multiplicación de sus vivencias,
al ser incapaz de gestionar como debiera
sus saberes y emociones.
318-omu G.S. (Bcn-2013)