Sevilla La Nueva, 30 de Abril de 2011
El primero fue en la mejilla,
después fue con pericia,
esquivando la procacidad
del prematuro atrevimiento,
de probar el néctar nocivo,
Dulce fue el tercer beso,
y aquellos que siguieron,
provocando un incendio,
en el meollo de mi cuerpo,
siendo puerta de emociones,
atravesadas por pasiones.
Y el beso cien fue eterno,
lleno de pasión y fuego
perpetua exaltación del tiempo,
celando las palabras, el verbo
de frases que buscan un beso.
El beso quinientos dos,
llego en un acto de amor,
de lujuria y pasión,
que provoco la evacuación,
cargado de mucha emoción,
con esa carga epicúrea
de la profecía voluptuosa
conocimiento de una diosa,
cuajada de esplendor.
El beso ochocientos uno,
Provocado por un susurro,
“Esperado Beso del murmuro”
de unos labios que abatían
sentimientos impuros.
Y el beso 0chocientos tres
lo repetiría una y otra vez,
por cada segundo y minuto,
que tus labios y mis labios
estuvieron muy juntos.
Y el beso ochocientos cuatro,
erótico, sibarita me has dado,
dejando pensamientos perturbados,
¡enloquecimiento aun no mermado!
igual que el novecientos cuatro
así hasta mil y volveré a empezar,
para volver contigo a jugar.
Wicttor