No te vayas todavía,
que aún hay magia entre nosotros,
aún me miran tiernamente tus ojos...
y mis ojos en los tuyos se recrean...
Espera, que aún llueven pétalos rojos
en el césped húmedo del rosedal de mi quimera.
En las siestas quema el aire
y se escucha el zumbar de las abejas,
hay un dejo de mis labios en tu boca
y sonrojan tus mejillas si provoco
el resabio por mis manos de tu cuerpo,
y te enervas...
Se oyen lejos las campanas de una iglesia,
un corro de niñas, fugazmente, nos rodea
como broma infantil, al salir de la escuela.
Nadean[1] los ancianos en los bancos
de la plaza en que te digo mis poemas...
Te retengo con palabras encantadas,
alquímico brebaje musical
de ilusión que las musas me preparan
para dártelo a beber en lento adagio...
la emoción que te deparan ¡vale la pena!
¡Soñemos y entonemos la canción
que un día nos uniera!
Recojamos los despojos del naufragio
y llamémoslos de amor... aunque no sean.
Demoremos el glacial de soledad
que nos espera...
No te vayas todavía,
que aún es primavera.
[1] No hacen nada.