Nadie te mira ni sabe de ti
Siquiera un gramo de tu sustancia
Equivocado el mundo
Busca en otros cielos
Las pasiones y soledades
Que tu cuerpo guarda.
Pero yo que te imagino
Al final de la jornada,
Puedo decir
¡Ay, la miel de tu vientre, amor!
¡Ay, la savia de tus pechos amada!
Como le he querido
Hablar de ti al mar
O contar de tu risa
A una estrella lejana.
A veces amparas en tu regazo
Un fruto dulcísimo
O melodías escondidas
Que me las presentas
Cuando hablas.
Nadie te escucha como yo,
Nadie te sabe
Ni te oculta nadie, mejor que yo,
Entre las ansias.
Y aunque todos te presencian,
En plenitud, mientras yo
Te agonizo al pie del alba.
Mordiendo tu piel
Que no he comido,
Sabiendo tus besos
Que no saben de mis ganas
Y muriendo desde
El centro de tu vientre
Hasta el centro de tu alma.