Había una vez, en un lugar muy lejano, un pueblo de ovejas. Este pueblo siempre fue castigado: por tiburones, por ovejas que eran amenazadas por elefantes y, finalmente, por un león. El león, protegido por sus tigres, dijo a las ovejas:
-El cielo es verde. Y yo soy su lider.
Una oveja, sabiendo que esto era mentira, dijo:
-El cielo es azul y usted no es nuestro lider.
El león, furioso por la rebelión de esa oveja, se la comió. Pasaron los años y otras ovejas hicieron lo mismo, y corrieron la misma suerte. Pero algo había cambiado: las ovejas por fin comenzaron a hablar entre ellas.
Cuando el león murió, su hijo fue coronado como el nuevo rey de las ovejas. Y este nuevo león fue igual que su padre y dijo:
-Ovejas, no tienen por qué temer.
Y para probar que él era el único lider, dijo en voz alta:
-El cielo es verde.
Un valiente grupo de ovejas dijo:
-Señor, el cielo es azul. Por favor, no nos lastime.
Pero el nuevo león era digno hijo de su padre, y se comió a esas ovejas. él decía que todas las ovejas lo amaban, pero eso era mentira.
Años después, las ovejas en todos los pueblos cercanos comenzaron a gritar a los leones:
-El cielo es azul! El cielo es azul!
Y los leones comieron a sus ovejas. Pero éstos eran muchos y al final comprendieron su fuerza: las ovejas alimentaban a los tigres perezozos.
Un león tras otro huyó. Pero, en ese pueblo lejano, el león aún seguía siendo fuerte.
Las ovejas, temiendo ser lastimadas, no hicieron nada. Vivían en silencio, agachaban sus cabezas. Ya no miraban el cielo.
Los corderitos tuvieron el valor suficiente para actuar, y escribieron en un árbol: \"El cielo es azul. Y no tenemos miedo.\"
El león llamó a sus tigres y éstos atraparon a los corderitos, se comieron a uno y lastimaron al resto. Los corderitos volvieron a sus hogares muy lastimados, y con lágrimas en los ojos.
Las ovejas, viendo el valor de sus corderitos, comenzaron a protestas:
-El cielo es azul, y no queremos leones.
Pero el león no quería irse. La pobreza de las ovejas era su riqueza. Por eso reunió a sus tigres y les dijo:
-Cómanse a todos.
Y así lo hicieron.
Las ovejas volvían a cantar una y otra vez, y los tigres volvían a comérselas en cada situación. Hasta que un día, los tiburones, desde el otro lado de las aguas, dijeron:
-¡Qué horror! Exigimos que el león se vaya. Nosotros podremos cuidar de las ovejas. Nosotros comemos algas, no ovejas.
Los tiburones, interesados en las ovejas, miraban desde lejos, acechando. Parecían buenos, pero eran tan malos como el propio león.
El león dijo:
-Todos me aman. Los tiburones sólo quieren lastimarlos a ustedes. Yo los protejo.
Y los caimanes, que eran amigos del león, los apoyaron, diciendo:
-Los tiburones sólo desean lastimarlos. El león dice la verdad, y nosotros también.
El cielo dejó de ser azul, y lloró tanto que cambió su hermoso color azul a un gris oscuro. Las ovejas seguían siendo lastimados. Hasta que un grupo de tigres, sintiendo lástima por las ovejas, dijeron:
-No podemos lastimar a los inocentes ovejas. Nosotros juramos protegerlas.
Y, junto a las ovejas, se unieron contra el león y los otros tigres.
Los tiburones apoyaban a los rebeldes, y los caimanes a los tigres leales.
El león rugió:
-Los tiburones se comen a los peces, los caimanes no. Yo protegeré a mis ovejas. Pero esos traidores no son ovejas, no son nada. Todos sabemos que el cielo es verde. Eso no se puede discutir.
El sol no volvió a salir en ese pueblo, y la oscuridad se quedó por mucho tiempo.
Los rebeldes se enfrentaron a los leales durante muchos días, hasta que finalmente vencieron. Los tigres huyeron de ese pueblo, pero los tiburones y los caimanes estaban en el río y ambos esperaban quitarle la comida a esas ovejas, y luego comérselas.
Una joven oveja, que había ayudado a las ovejas a liberarse del león, vió las intenciones de los tiburones y de los caimanes. Y los empujó tanto, que éstos se fueron para jamás volver.
El sol volvió a salir. La luz iluminó el pueblo entero, que estaba destruído. Al fin, todas las ovejas pudieron cantar \"El cielo es azul\".
Aún hoy, las ovejas son libres, gracias a esos valientes corderitos. Y a ese héroe anónimo, que llegó de lejos rápidamente en medio de la oscuridad, y se fue rápidamente también, dejando tras de sí una gran luz.