Al pie del cedro.
Te espere, todos los días.
Y fue allí, donde siempre me decías.
Que en tu vida, no había otro.
Y yo, como estaba, enamorado
Todo, te lo creía.
Fueron, pasando, los años y mi amor
Por ella crecía.
Hasta que un día, nos casamos
Y yo arme el rancho…
Donde compartíamos, nuestro cariño.
Hasta que nació un niño.
Mi niño, fue creciendo
Y era, el que me acompañaba
A las faenas del campo…
Me llevaba, las arepas, el café y el agua.
En una de esas salidas, al campo.
Me caí, por un barranco y casi pierdo, la vida.
Quede invalido, y tuve que estar sentado
En una silla de ruedas…
Mi mujer, buena y muy hermosa.
Me atendía con esmero y cariño.
Yo ni cuenta, me daba de los días, que pasaban.
Ya todo me daba igual.
Mi hijo, fue creciendo
Y fue a la Universidad
Donde pronto se graduaría.
Con el paso de los años…
El campo, que era nuestro sustento.
Se fue descuidando…
Y mi mujer contrato a un obrero.
Para que hiciera las labores, que yo hacía
Una noche, oí como hablaban, en silencio
Me desperté, y como pude me levante de la cama.
Y vi, como mi mujer se desnudaba..
Y se acostaba, con él…
Todas las noches, día tras día…
Yo, me hacía, como que no sabía nada.
Un compadre, que vivía en el pueblo.
Me dijo, Compadre, hay un médico en el Norte.
Que lo puede curar.
Por el dinero, no se preocupe
Yo pagare todo.
Me fui, al norte…
Donde me operaron
Y empecé a caminar.
Le dije al compadre.
No le diga a mi mujer
Que ya camino.
Llegue a la casa. Al pie del cedro.
Así le puse el nombre a mi casa.
Porque en ella, guardaba. Todos mis recuerdos.
Mi mujer muy hermosa, acompañada
Con el obrero, me recibió muy ufana.
Y me dijo… No te preocupes mi amor…
Que el negro, lo hace todo.
Descansa.
Esa noche, la gran noche.
Creyendo que yo dormía.
Se desnudaron los dos
Y empezaron con su orgia.
Me levante, sigiloso
Prendí, la luz y allí, estaban los dos, desnudos.
Le dije a mi mujer y a su hombre.
Se me van ahorita los dos.
Sin ropa, para que todo el pueblo
Los vea… Ella se paró frente a mí.
Y me dijo… Yo a ti nunca te he querido
Al que siempre he querido.
Antes que tú, él fue mi primer marido.
Y en la pata de aquel cedro.
Donde siempre me besabas.
Hicimos al que tú dices que es tu hijo.
El dolor, fue tan intenso.
Que quede, en el suelo tendido.
En el pie de aquel cedro.
El que fue, siempre testigo.